«Desde que mataron a Mariano Bravo los choferes ya no se quieren quedar de noche».
Por Nicolás Santomé
Luego del violento asalto a un taxista de Berazategui ocurrido el último miércoles por la noche, los trabajadores de la parada 1 de la Estación contaron cómo es trabajar expuestos a la inseguridad. Juan, la última víctima, fue ahorcado y amedrentado con un disparo que no llegó a herirlo «de milagro».
Acostumbrados a trabajar con miedo y arriesgar la vida por 500 o 600 pesos por día, sus caras denotan pesadumbre. La falta de Policías en las inmediaciones de la estación los deja indefensos. También a los transeúntes que regresan a sus hogares tarde en la noche y que tienen que esperar el colectivo a pocos metros.
Pese a que reconocen que la Policía muchas veces no cuenta con los medios suficientes para trabajar, los taxistas piden una solución. Daniel, uno de ellos, aseguró que «esto no es de ahora, y sigue pasando. La bronca de nosotros es que denunciás y no pasa nada; llamás a los medios y nadie sube la noticia. Es feo que nos estén robando, o lastimando y matando y no hagan nada».
Sobre lo que viven día a día, Daniel manifestó que «la gente no está enterada de lo que pasa en Berazategui. A la gente le importa la seguridad y no puede ser que Berazategui sea zona liberada».
«Los choferes ya no se quieren quedar de noche»
«Nos están matando y no sabemos que hacer para detener esto. Algo se tiene que hacer, por lo menos poner más seguridad: no puede ser que de 18 autos que se quedaban en turno noche ahora hay dos autos nada más», contaron los taxistas.
Respecto de esa situación señalaron que «desde que mataron a Mariano (Bravo) los choferes ya no se quieren quedar de noche», e informaron que «Policías no hay y la gente que está en la parada de colectivos a veces prefieren tomarse un taxi y no esperar el colectivo para no quedarse en la parada».
Para muchos vecinos, el taxi es una opción rápida cuando deben viajar de noche. Sin embargo, sólo dos taxistas quedaron cubriendo ese turno, por lo que no queda otra opción que arriesgarse a una situación de inseguridad esperando el colectivo durante 20 o 30 minutos. Las cámaras de seguridad colocadas en la zona no parecen ser suficientes para intimidar a los delincuentes: sólo queda rezar que mañana no nos toque a nosotros.
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