Diego Golombek: el aburrimiento como fuente de inspiración

Diego Golombek
Diego Golombek

La posibilidad de entrenar el cerebro para tener ideas innovadoras y creativas a través del «trabajo, la disrupción» y hasta un disparador como el «aburrimiento» tiene un sustento científico que, desde la perspectiva empírica del neurobiólogo Diego Golombek, lejos está de la «musa inspiradora» que llegará ante cada quien para concretar una creación o un invento.

Salir con amigos, aburrirse o simplemente irse a dormir, luego de un arduo trabajo parece ser la clave para Golombek en el camino de hallar una nueva idea creativa. «Lo que tenemos que hacer, en suma, es seguir con lo que nos apasiona», destacó el científico durante su entrevista con la Agencia Nacional de Noticias Télam como fundamento de su libro «La Ciencia de las Ideas».

– T: ¿Cuál es el aspecto diferencial de este nuevo libro sobre la forma en que surgen las ideas innovadoras?

– Diego Golombek: Siempre me gustó abordar la ciencia desde aspectos de la vida cotidiana. Pensar como pensamos también tiene su aspecto científico. Propongo entonces una serie de historias, consejos, clasificaciones, todas avaladas con estricto rigor científico que fundamenten el campo de las ideas. Sobre las ideas hay muchos libros del campo de la autoayuda pero lo que quiero poner como diferencial es contar cosas que vienen desde el lado de las investigaciones.

– T: ¿Qué busca disparar en el lector al sumergirse en su libro?

– DG: Me enfoco en que si se sabe de dónde vienen las ideas, es posible mejorar la vida cotidiana. La ciencia sirve para aumentar el conocimiento, para ver y vivir el mundo mejor. En este caso con la preponderancia que hoy en día tienen conceptos como creatividad o innovación, trato de aportar algo como una serie de consejos y tips entretenidos, que pueden hacer repensar sobre la propia actitud frente a las tareas de todos los días.

– T.- ¿Se basa en experimentos científicos acerca de que el cerebro puede ser entrenado para que surjan de él ideas creativas?

– DG: Si uno tuviera que buscar consejos o tratamientos para que el cerebro este bien los neurólogos tendrían que decirte lo mismo que los cardiólogos, buena salud del cuerpo implica la buena salud del cerebro. Pero al mismo tiempo puede haber prácticas que pueden ser más exitosas que otras desde el aspecto cognitivo de pensar o de imaginar de tener nuevas ideas con lo cual no me cabe duda que se pueden entrenar determinadas tareas porque nuestro cerebro es sumamente plástico y flexible. Cambia a lo largo de toda la vida. Esto es algo que tampoco se sabía hace algunos años. En los libros de texto que se usaban antes en el secundario se decía que en el cerebro adulto, neurona que para neurona que cierra, hoy sabemos que no es así. Hay nacimientos de neuronas a lo largo de toda la vida, saber cómo promoverlas es un golazo, entonces si tenés que probar cosas nuevas se pueden entrenar a esas nuevas neuronas.

– T: Con ese basamento científico, ¿se derriban algunos mitos que hay en torno al aprendizaje y al cerebro?

– DG: Hay un mito dando vueltas que es el de las ventanas de estimulación, cosa que si no aprendés determinada cuestión a determinada edad, fuiste. Un ejemplo de ello es el que afirma que si no aprendiste un idioma o música hasta la niñez, después no se puede. Y sí se puede. Te puede costar pero con trabajo vas a lograrlo. Eso es un poquito, el spoiler del libro, el trabajo, hay una receta para las nuevas ideas, y es muy sencilla: trabajo, trabajo, trabajo y disrupción. La disrupción sin trabajo previo no existe, no existe la inspiración, no hay algo que se crea porque una musa te la sopla en el oído, pero tampoco el trabajo rutinario te asegura creatividad y nuevas ideas.

– T: Entonces, ¿qué es lo que aporta esa receta de «La ciencia de las Ideas»?

– DG: Lo que se ha venido demostrando es que ese trabajo por el cual uno se apasiona, viene bien correrse un poco, salir a dar una vuelta, salir con amigos, ir a dormir, aburrirte, etc. Esto puede hacer que todo lo que uno obtuvo en el trabajo previo se asocie de determinada manera y se llegue a una idea nueva, la receta es casi obvia y trivial pero muchas veces la ciencia es ponerle números a lo obvio.

– T: Usted adjudica un valor fundamental a la disrupción, a la desconexión, para después volver y generar una idea creativa.

– DG: Las disrupciones son absolutamente fundamentales. Es lo que llamamos inspiración, pero, como diría Pasteur, «la inspiración solo viene a las mentes preparadas», o sea que la inspiración tiene que sorprender con mucho trabajo previo. Hay gente que dice que encuentran cosas absolutamente nuevas, que las ven en sus sueños, que se les representa ahí. Después interpretan ese sueño y logran una idea diferente, pero para lograr eso como Mendeleiev en la tabla periódica de los elementos o Tomas Alva Edisson tiene que haber trabajado muchísimo antes para interpretar ese sueño, darle sentido para ponerlo en el marco de lo que se venía trabajando. Innovar es juntar cosas que estaban dispersas, meterlas en el mismo lugar y que salga algo nuevo, para eso tenés que haber trabajado mucho con esas cosas que están dispersas.

– T: ¿Cómo juega en este circuito las emociones que experimenta un ser humano ante un paisaje o una melodía para generar una idea nueva?

– DG: La emoción viene del cerebro o de la cultura, son ambas cosas, son dos bolsas lo que traemos de «fábrica» con la conexión de las neuronas, y lo que hacemos con lo traemos de fábrica, la cultura y la educación, los amigos etc. Somos una mezcla de esas dos cosas. La creatividad no está exenta de tener componentes innatos y tener componentes culturales y ambientales, dentro de eso las emociones son fundamentales, son algo evolutivo, sirven para ver al mundo de determinada manera, para saber leer cuales son las intenciones de las otras personas, claro que esto obviamente permea en el mundo de la creatividad.

– T: ¿Qué otros mitos que andan dando vueltas te propones derribar en el libro?

– DG: Hay otro mito que dice que para ser creativo o para ser un artista exitoso hay que sufrir de melancolía o de depresión. Eso eso es una falla estadística, aquellos artistas exitosos que han sido depresivos o con historias complicadas, son los que destacan porque su historia se cuenta muchísimo, pero son los menos. No es necesario ser un Van Gogh o una Alejandra Pizarnik o una Alfonsina Storni con ciertos trastornos depresivos, esas son las historias que se cuentan, debajo hay una enorme cantidad de individuos que son creativos y que no son melancólicos.

– T: Entonces las emociones sí influyen en la creación de ideas.

– DG: Las emociones son filtros para mirar el mundo, si vos algo lo ves con una belleza enorme y te conmueve profundamente y te pones contento obviamente será más fácil llevar a buen puerto esa emoción que tuviste, llevarla a un hecho artístico por ejemplo, pero el arte no es magia, es trabajo, trabajo más disrupción.

– T: En resumen, ¿en el libro el lector se dará cuenta que puede generar ideas creativas aunque no lo crea?

– DG: Es un libro de divulgación científica, es riguroso y es entretenido, y finalmente responde un poco al Oráculo de Delfos porque hay gente que parece que no se le cae una idea y otras «recontra» creativa. Hay algo que podemos hacer para fomentar, una rutina. Hay pasos para dar.

– T: Al final de cuentas, ¿es mentira que haya personas a las que no se les cae una idea?

– DG.- Es mentira, así es. Si hacés un repertorio vas a ver que todos los días hacés un montón de acciones creativas, hay que poner una luz sobre esto, El cerebro es un órgano complejo, el más complejo del universo y capaz de hechos absolutamente increíbles.